Te delata tu propia letra,
ese espejo de vocales y consonantes
en el que tratas de esconderte a diario
como los niños cuando cierran los ojos.
Tú crees que estás cerrando tus ojos cuando escribes
y nosotros encontramos tu alma desnuda entre tus trazos,
ese espacio en blanco que queda siempre entre dos palabras
o que se suicida en silencio desde cualquier punto y aparte.
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