Me gustaba verla cuando se acercaba a la orilla.
Seguía el rastro de sus pisadas
a medida que se alejaba hacia el acantilado.
Poco a poco la marea borraba sus pasos
hasta que no era más que un espejismo lejano.
Lleva dos semanas sin aparecer por la caleta.
Posiblemente fuera una mujer solitaria
a la que nadie habrá echado de menos.
Podía tener entre cincuenta y sesenta años
y parecía una extranjera desorientada.
La última vez vi que su sombra
se perdía donde termina la playa.
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