No era un sueño.
La infancia nunca se sueña.
Existía aquel pasadizo y aquella mareta,
el musgo, el precipicio,
las piedras desgastadas por el tiempo,
las calas, los helechos en casas sombrías,
y también una acequia de agua clara.
El camino siempre es de regreso
aunque creas que te alejas con el paso de los años.