En el dulzor del mango
se siente el zumbido de la abeja,
el calor del sol de primavera,
el viento que agitó las ramas del árbol,
la mano que cogió la fruta
y la acarició unos instantes.
No saboreas solo el presente,
lo que tienes delante,
ni en la vida,
ni en esas frutas luminosas
que saben a verano.