El escenario del mar,
un atrezo de rocas y de arena,
y algún ser vivo
que respira en la playa
aprendiendo en silencio
de todas las huellas
que va borrando el agua
cada vez que regresa a la orilla,
sin alardes y sin filosofías,
siguiendo los designios de la luna
y el rumor de un océano
que calla más de lo que sabe
sobre la música incesante de la vida.